LA ESCANDALERA

Si uno se da una vuelta por las redes sociales y no tiene la cabeza envenenada por los discursos dogmáticos de los sectarios, se dará cuenta de que hay una intensa escandalera social excesiva en cuanto alguien se expresa en contra de la opinión de otro. Vivimos en un mundo en que los sectores están alterados por una especie de histerismo enfebrecido en el que no se admite con tolerancia la libre expresión del pensamiento del otro, sino que se intenta imponer la propia con cinismo, zascas, insultos, degradación, desprecio, amenazas y ruido, mucho ruido. Todos se creen que ellos tienen la razón y que los otros son estúpidos y malvados. Probablemente ha sido el anonimato de las redes lo que lo ha favorecido. Pero sobre todo, nos estamos haciendo cada vez más lateralizados porque seguimos solo a quienes piensan como nosotros y porque los logaritmos de las aplicaciones nos ofrecen continuamente lo que saben que nos gusta. Por eso nos vamos haciendo cada vez más dogmáticos, más parciales, más fundamentalistas.

En la sociedad individualista del ego personal, nos identificamos tanto con nosotros mismos y con “los nuestros” que hemos perdido la capacidad de la empatía, la escucha,  la capacidad de exploración de otras ideas y la apertura de la mente. Y el ego no solo es la identificación con el yo, sino con el grupo, con la tribu. De esa manera nos creemos ser de derechas o de izquierdas, del Sevilla o del valencia, de los señoritos o de los obreros, de los eruditos o los llanos, de los machos o de las hembras, de los esforzados o de los fiesteros, de los ecologistas o de los cazadores, de los del pueblo elegido o de los parias. Nos identificamos tanto con nuestro sector que no nos damos cuenta de que con cada identificación ponemos una reja más en la jaula de nuestra esclavitud mental. Queremos sentirnos fuertes por la pertenencia a un grupo y no nos damos cuenta de que asi vamos creando enemigos y extendiendo la imposibilidad de la convivencia. Tenemos tanto miedo al rechazo de los nuestros que comulgamos con piedras para no mostrar nuestra autonomía de pensamiento por si acaso nos critican los de nuestro sector. Ya dijo el sabio que el individuo es inteligente, pero la masa es estúpida. Ahora estamos tan locos, que hasta rectificar, escuchar y replantearse el punto de vista del otro y el propio se ve como un error.

No estamos en paz y por eso nos insultamos por las redes. Si odiamos a otro es porque nos está comiendo el odio, o nos está comiendo el miedo, o la negación, o los prejuicios, o las fidelidades inconscientes. Y eso, ignorantes nosotros, nunca podrá hacernos felices. Nada bueno del odio puede salir, porque el mal multiplica el mal. Sin saberlo somos acólitos del el lado oscuro dentro de  nosotros y produciendo el daño que destruye la felicidad. Nosotros, nadie más que nosotros, somos el incendio y la guerra. No los otros.

Date cuenta, por tanto, de que todo lo que sientes y piensas del otro, no es el otro. No lo es. Eres tú: son tus pensamientos, son tus sentimientos, son tus emociones.  Ese veneno interno es el que nos daña y el que queremos extrapolar fuera para dañar al otro que opina. Y uno debería poder sentirse responsable de uno mismo, asumir la rabia y la tristeza y no extender el daño propio al mundo. ¿Podemos ser como centrales de reciclaje del dolor? Si lo haces, podrás mirarte con amor y compasión. Sí, es duro, pero es tu responsabilidad porque es necesario para tu felicidad. Imagino que aún deseamos ser felices. Y ayudar a hacer felices a los otros. ¿O estamos tan destruidos por dentro que ya prefieres ser un artífice de la guerra? No hay placer en el maltrato. Solo alivio momentáneo de tu dolor para acabar trayendo más dolor al poco tiempo.

Por todo esto cuando salga en la tele y en las redes ese que opina al revés que tú, ese listo, o ese tonto, o ese malo, o ese necio, en vez de desparramar escandalera y ofenderte tanto y vomitar al daño con daño, obsérvate a ti mismo mientras le escuchas. Hazte responsable de ese odio y recíclalo dentro de ti hasta que se elimine,  trabájalo terapéuticamente si es necesario, no lo dejes que te vaya estropeando o salga con bilis empeorando aun más este mundo de insensatos ingenuos que ya acceden al poder, a los medios de comunicación, a las redes sociales. No seas un orco de mordor, un agente más del ciclo interminable de dolor y venganza que produce daño, temor, separación, desequilibrios, injusticias y guerras, aunque te creas que tú tienes la razón y son los otros los que son malos, estúpidos, adoctrinados, ignorantes o inferiores.

Es una cuestión de identidad y de pertenencia. Cuando perteneces al mundo en vez de al grupo, cuando escuchas sin imponer, cuando el demonio interno no se alimenta de tus emociones oscuras, descubrimos que hay otra manera de verse en el mundo. Observemos nuestra identidad y descubramos quién en verdad somos, para ver que lo que somos incluye a otros. Cuando los limites de tu identidad son los límites del universo, nada de lo externo puede dañarte, pues todo ocurre dentro de ti, todo es asimilado e integrado en un espacio de libertad y nada de lo humano te será ajeno.

Por Mariano Alameda